La semana pasada veíamos cómo el adolescente se
encuentra ante una serie de valores que le han transmitido a lo largo de la
infancia desde diferentes ámbitos y cómo ha de decidir de entre todos ellos
para crear su propia personalidad y escala de valores.
Estos valores tienen que ver con lo que se quiere
conseguir en la vida, cómo se quiere conseguir, qué tipo de persona se quiere
ser, y cuales son las prioridades en la vida, a qué se le da más importancia,
entre otras cosas.
Hay tres cuestiones fundamentales sobre las que se
decide en esta etapa: Cómo es el mundo,
cómo son los demás y cómo soy yo. Y estas decisiones quedaran muy
arraigadas en la persona y condicionaran su vida y sus decisiones en el futuro.
Las decisiones sobre el mundo, por ejemplo, pueden ser: “hemos venido a este
mundo a trabajar”, o “la vida son cuatro días, lo mejor es divertirse”, o “lo
más importante es buscar la felicidad”, o “hemos venido a este mundo a sufrir”,
o “la vida es fantástica”, o “la vida es un asco”, etc.
La decisión de “cómo son los demás”, puede ser de
muchas formas: “los demás me ayudarán siempre que lo necesite”, “me he de
buscar la vida, y no he de contar con nadie”, “la gente sólo quiere
aprovecharse de mí, no he de confiar en nadie”, “lo importante es colaborar y
ser un equipo”, etc.
La decisión sobre uno mismo puede ser también muy
variada: “seré un ejemplo de virtud para los demás”, “lucharé para salvar el
planeta”, “me casaré y tendré hijos”, “no me casaré y dedicaré mi vida a estudiar
y trabajar”, “quiero ser soltero/a para ligar mucho”, etc.
En esta etapa también se define la tendencia sexual
(hacia un género u otro) y la forma de vivir la sexualidad: en esto, como en
todo, influye tanto el entorno como la propia personalidad. Una persona tímida
se relacionará de forma distinta que una muy extrovertida con el sexo contrario
(o propio). Una persona, cuyos padres son muy liberales, o por ejemplo, están
divorciados y tienen relaciones con diferentes personas, tenderá a actuar de
forma muy distinta que una persona que pertenezca a una familia y un entorno
muy conservadores y tradicionales. Pero, a pesar del ambiente, como hemos
dicho, la persona se define a si misma, y puede decidir ser diferente que sus
padres.
El paso a la siguiente etapa está marcado por la
crisis de la maduración. Se pasará al adulto joven. Si las decisiones se han
tomado de una forma positiva, la persona adquirirá autonomía (no tener que
depender de los demás), conquistará la libertad con responsabilidad (sabrá dónde
empiezan y acaban los límites de la libertad) y vivirá su sexualidad de una
forma sana y responsable.
Si se da una resolución desfavorable, se caerá en
la dependencia o en la rebeldía (y por tanto, en no decidir libremente y de
forma madura), las relaciones con los demás se volverán difíciles y puede haber
una vivencia de la sexualidad en términos de represión, angustia o
embrutecimiento, no respetar los sentimientos
de la otra persona, etc.
La próxima semana: el adulto joven. Decisiones
importantes de esta etapa.
Telf.:
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