Dentro de las etapas de la evolución de la
persona hay diferentes épocas que marcan un fuerte cambio y consecuentemente
comportan una crisis importante. Hoy hablaremos del primero de estos fuertes
cambios: el paso de la infancia a la adolescencia.
Durante la infancia, el niño o niña, va
recibiendo diferentes informaciones. La principal fuente proviene de la
familia: los padres, hermanos y abuelos, y la familia extensa. Pero no es la
única fuente. También recibe la influencia de la escuela, el entorno social, el
barrio, los amigos y amigas, las familias de los amigos, la televisión, etc.
La familia y el entorno del niño le
transmiten los valores sobre qué está bien y mal, qué debe de conseguir en la
vida, qué cosas se valoran dentro de su ámbito, cómo se deben alcanzar las
metas, etc. También se transmiten los prejuicios. La manera de pasar los
mensajes no solamente es verbal: los niños se fijan mucho en las actitudes,
toman buena nota de qué hacen y cómo lo hacen los adultos que tienen alrededor.
Ellos van registrando buena parte de la información que les rodea. También
tienen mucha importancia los comentarios que la familia hace sobre terceras
personas: “María ha hecho muy bien en dejar este trabajo” o “Antonio se lo
tendría que haber pensado mejor antes de dejar a su pareja, esto no está bien”,
son ejemplos de cómo se transmiten los valores de lo que está bien y mal.
Digamos que, la familia en primer lugar y el resto del entorno en segundo, son
las fuentes de donde se nutre el niño o niña para aprender los valores.
Cuando llega la adolescencia, el joven
tendrá que “decidir quien es”. Para eso, ha de tomar distancia de la familia.
Para afirmar su propia personalidad, deberá hacer una profunda revisión de los
valores que le han transmitido. Debe empezar a pensar por si mismo, y aceptar o
rechazar los diferentes valores. Esto crea una profunda crisis de identidad:
“¿quién soy?”, “¿qué haré con mi vida?”, “¿qué quiero estudiar?”, “¿quiero
dejar de estudiar y ponerme a trabajar?”, “¿Me gustan los chicos o las
chicas?”, “¿qué tipo de chicos o chicas me gustan?”, etc. Es lo que se llama
“crisis de la maduración”.
La adolescencia se inicia con la pubertad,
que marca el comienzo de los cambios fisiológicos y hormonales, hacia los 11 o
12 años, y se acaba hacia los 18 o 20, depende de cada persona, cuando el joven
ha conseguido reafirmarse, ha decidido quién es y cómo es.
Dentro de todo este proceso, el grupo es
más importante que el individuo. Hay una crisis en cuanto a los valores que han
transmitido los padres, se cuestiona todo lo que se les han dicho, y se escucha
la opinión de los amigos, de la pandilla. Es la época del “mejor amigo” y de la
“amiga del alma”. Hay una sobrevaloración de la amistad. Y también es la época de
los ídolos, esas personas que parecen ser absolutamente perfectas y que se
toman como modelo.
El adolescente a menudo se encuentra
perdido, desorientado, y piensa que los padres no le entienden, sólo los
amigos, que están en la misma situación, son capaces de entenderle.
El adolescente hace un juicio del mundo, de
la gente y de sí mismo para definirse como persona.
La semana que viene, veremos cómo se
resuelve el paso de la adolescencia a la juventud y qué pasa si no se supera
esta etapa.
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