CATALÀ

La vida adulta y la crisis de los 40 (1)

Veíamos la semana pasada cómo nos afecta el cambio de la juventud a la vida adulta y las crisis que puede causar, tanto si no se consigue aquello que se espera de nosotros como si decidimos “desmarcarnos” de la norma establecida. Ahora bien, ¿en qué consiste la vida adulta?

Nos situamos en el momento en que pasamos de depender totalmente de nosotros mismos, asumimos plenamente la responsabilidad de un trabajo, y hemos de administrar nuestros recursos, nuestro tiempo, pagar las facturas y llegar a fin de mes. También coincide, por norma general, con la decisión de compartir nuestra vida con una pareja. Y con la llegada de los hijos. El trabajo y las responsabilidades se acumulan. Se empieza a renunciar a pequeñas cosas y a priorizar las obligaciones por delante de la diversión, el ocio, incluso del tiempo de descanso. Nuestro orden de prioridades cambia.


Si bien en la etapa joven se ponen muchas esperanzas y aspiraciones de futuro (alcanzar un cierto nivel profesional, llegar tan alto como se pueda), es, bien entrada la vida adulta, cuando se llega a un límite en que “nos conformamos”, renunciamos a seguir escalando. Con los años, la energía ya no es la misma, y tomamos conciencia de nuestros propios límites. Es un momento de “desencanto”.

También empieza a haber una cierta sensación de “repetición”, de que la vida está formada por ciclos, por buenos y malos momentos, y que hemos de disfrutar de las cosas buenas cuando están y afrontar las malas con los recursos que tenemos.

Se va perdiendo la ilusión de que todo se puede cambiar, se va perdiendo la sensación de excitación por las cosas nuevas. Todo esto lleva a lo que le llama la “crisis de la experiencia del límite”, es el momento en que asumimos que todo tiene unos límites, desde nuestras propias fuerzas hasta la posibilidad de cambiar el mundo.

Es, en este contexto, cuando aparece la que llamamos crisis de los 40.

Pero, ¿qué es la crisis de los 40?

Lo explicaré de una forma sencilla y general: si a los 30 no tengo un trabajo fijo, una pareja estable y un piso (bueno, más bien una hipoteca), parece que mi vida no tiene sentido, que “no soy nadie”. A los 40, tenemos un trabajo que nos obliga, que a menudo nos aburre, pero a la que no podemos renunciar, la hipoteca nos ahoga y nos impide hacer un montón de cosas y la vida en pareja no es un camino de rosas, en el mejor de los casos se cae en la monotonía. Conclusión: “¿qué sentido tiene mi vida?.”

Todas estas sensaciones surgen más tarde o más temprano, y forman una crisis personal, que se puede resolver favorablemente y de forma espontánea, o pueden suponer desde una depresión hasta la ruptura con todo lo que tenemos.

La semana que viene: cómo resolver la crisis de los 40.

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