CATALÀ

La entrada en la madurez

Continuamos con las etapas de la vida, su evolución y las crisis que conlleva el cambio de una etapa a otra. Hoy hablaremos de la entrada en la madurez, que situaremos a finales de los 40 y principios de los 50 años y que durará hasta la entrada en la ancianidad.

Llegados a estas edades, la persona normalmente ha alcanzado la estabilidad en muchos aspectos de su vida. (La crisis actual ha cambiado en parte esta estabilidad creando nuevas circunstancias).  En circunstancias normales, la persona ha llegado a un punto a nivel profesional en el que cada vez siente menos la necesidad de seguir “escalando” y preferirá la seguridad y la comodidad de una rutina ya conocida, dejando paso a los más jóvenes a las aspiraciones de ascenso, lucha, progreso, etc.


Generalmente los hijos han crecido y su progresiva independencia deja más espacio para la realización personal: las fiestas de cumpleaños y exhibiciones escolares dejan paso a más tiempo para el adulto, que podrá retomar o iniciar nuevas actividades.

La pareja se ha vuelto estable, la pasión del principio desapareció hace años dando paso a una relación basada en la confianza y con mucho más espacio para cada uno. Los roles están definidos y también las aficiones de cada cual, así como los espacios compartidos por los dos.

Tanto si hay pareja o hijos como si no, la persona se va “serenando”. Se van aceptando las limitaciones, tanto de la propia vida como del cuerpo. Las energías van menguado y con ellas el impulso emprendedor. Cada vez cuesta más empezar cosas nuevas, y en todo caso las aficiones serán cada vez más “tranquilas”. Esto implica renunciar a ciertos ideales, lo que comporta a menudo dificultad, sensación de “envejecimiento”, de que “se escapa el tren”.

Los valores también van variando: la experimentación, el riesgo, la adrenalina, el afán por descubrir cosas nuevas, van dando paso a la comprensión, el respeto a sí mismo y una valoración de lo que ya se ha vivido, a la obra realizada.

Poco a poco se va aceptando la transitoriedad (que estamos en este mundo “de paso”) y se van asumiendo los cambios físicos. Esto a veces también es fuente de problemas y frustraciones, sobre todo si la persona ha centrado mucho su vida en aspectos físicos, como “estar guapo”, “estar en forma”, etc. A veces cuestan mucho de aceptar estos cambios y la persona puede caer en un afán desmesurado de “demostrar que aún vale”, en tratar de aparentar menos edad de la que se tiene, etc.

También es frecuente en esta etapa desarrollar un resentimiento contra todo lo nuevo y contra los jóvenes. Surgen prejuicios acerca de la juventud, que no son más que síntomas de una cierta “envidia de lo joven”, y una dificultad para aceptar el propio envejecimiento y de valorar la propia experiencia y todo lo que se ha conseguido en la vida.

La próxima semana, la entrada en la ancianidad.


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