Veíamos la semana pasada cómo surge la crisis de los
40. Vamos a ver en qué consiste y cómo se puede resolver.
Hay tres pilares básicos donde se asienta nuestra
vida de adultos: el trabajo y nuestra vocación, la vida en pareja y los hijos,
y los valores y prioridades. Llegados a los 40 (o cerca de esta edad) es cuando
nos damos cuenta que tal vez estemos muy lejos de aquello que queríamos hacer
con nuestra vida, que lo que hacemos y lo que tenemos no tiene mucho o nada que
ver con lo que queríamos o lo que habíamos proyectado o soñado.
El trabajo y la vocación
Es bien claro, que muchas veces no son lo mismo.
Nuestra vocación era una, y el trabajo que elegimos o el que no “tuvimos más
remedio que coger” puede ser bien diferente. Hoy en día, con las dificultades
en el mundo laboral, es casi un lujo poder trabajar en aquello que nos gusta y
que además nos podamos ganar la vida con ello. A menudo no es así, a menudo
hemos tenido que renunciar a nuestra vocación por las dificultades que nos
hemos encontrado, o por motivos económicos. Esta renuncia, a la larga, “pasa
factura”. Es cuando, una mañana nos levantamos y nos damos cuenta de que no nos
gusta nuestro trabajo, que nos sentimos frustrados de no poder desarrollar nuestra
vocación, y además tenemos la sensación de que el tiempo pasa, nos hacemos
mayores y cada vez estamos más lejos de nuestros proyectos y sueños.
La pareja y los hijos
De la vida en pareja hablaré más adelante en nuevos
artículos, pero a nivel general, podemos decir que en la etapa joven hay una
cierta idealización de las relaciones de pareja. La vida de la pareja atraviesa
diferentes etapas, y es fácil que se caiga en la monotonía y el
distanciamiento. Nuestra pareja tal vez es nuestro puntal, allá donde
encontramos refugio, estimación, complicidad... pero cuando esto no es así, se
añade la crisis de la pareja a la crisis existencial y vocacional.
Los hijos, si bien son un gran estímulo y motivo de
alegría, también nos condicionan a muchos niveles. Por ellos, renunciamos a
muchas cosas, tenemos menos tiempo para nosotros mismos y para la pareja, y
también nos condiciona a nivel laboral y vocacional: priorizamos el sueldo a
fin de mes.
Los valores y prioridades
A consecuencia de todo lo que hemos mencionado,
nuestros valores y prioridades van variando, nos vamos adaptando a las
circunstancias, y llega un día en que tal vez nos damos cuenta de que nuestra
vida no tiene nada que ver con la que queríamos.
Es en este momento de crisis, cuando nos hemos de
replantear nuestra vida.
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