CATALÀ

La entrada en la ancianidad (2)

Continuando con las personas mayores, hablaremos también de cómo ha cambiado la vida de nuestros “abuelos” en una o dos generaciones.

Hasta hace una generación o dos, las familias vivían juntas en la misma casa, especialmente en el ámbito rural. Convivían bajo el mismo techo los más mayores, los jóvenes (hijos, hijas, yernos y nueras) y los más pequeños de la familia. Esto, por un lado enriquecía la transmisión de las tradiciones, los nietos disfrutaban de la presencia y proximidad de los abuelos, mientras los jóvenes salían a trabajar. Pero también se daba una jerarquía dentro de la organización familiar muy diferente a la que se da ahora. Los más mayores de la casa eran los que mandaban. Se les solía hablar de usted y eran los que tomaban las decisiones, por encima de sus hijos en edad laboral. Su opinión no sólo era escuchada y respetada sino que se valoraba. Tenían un status de consejeros de la familia. Las abuelas, eran las “amas de casa” y las hijas y nueras tenían que obedecer. Para poder “mandar” los jóvenes tenían que esperar su turno, el de convertirse en los mayores de la casa.



Hoy en día, esto ha cambiado mucho. En pocos años, nuestras personas mayores han pasado del rol de “patriarcas” de la familia a “ignorados”. Los jóvenes toman las decisiones por ellos: son los jóvenes quienes deciden llevarlos al centro de día, ingresarles en una residencia o ponerles una persona que les cuide. Evidentemente, el ritmo de la vida moderna, el hecho de que, a menudo todos trabajan fuera de casa y no les pueden cuidar, ha propiciado esta situación, pero más allá de la cuestión logística, hay un tema más profundo. Estamos inmersos en una cultura que valora lo nuevo, la última tecnología, el último aparato electrónico. Un aparato de 5 años está absolutamente obsoleto. Hay una tendencia a menospreciar lo viejo, lo que “no sirve”, lo que está anticuado o pasado de moda. Estos conceptos se hacen extensivos a la gente mayor. Hoy en día se tiende a “aparcar” a los abuelos. Su opinión, sus consejos, a menudo se consideran anticuados y poco valiosos. Tal vez convendría escucharles un poco más, y pensar que podemos aprender alguna cosa de ellos, y que son personas que tienen mucha experiencia de la vida, que han vivido situaciones difíciles y que nos pueden aportar puntos de vista diferentes de los nuestros, que nos ayudarán a enriquecernos como personas.

Por otro lado, todo y que siempre ha habido “abismos generacionales”, en las últimas generaciones ha habido cambios sociales, de mentalidad, de forma de vivir muy importantes: las personas que ahora tienen más de 70 años, nacieron en plena época franquista, donde reinaba la censura, la moral católica era la que dictaba las normas de comportamiento, donde las mujeres tenían que llegar vírgenes al matrimonio, el divorcio no existía, la mujer casada no trabajaba fuera de casa, etc. Había un montón de normas sociales establecidas que no se podían saltar: un hombre no entraba en la cocina, ni iba a comprar, ni cambiaba los pañales a los bebés. El domingo se comía en casa de los abuelos... Estas personas, que se han hecho mayores, han tenido que adaptarse a todos estos cambios, aceptar que las hijas vayan a vivir con la pareja sin casarse, que la nuera cobre más que el hijo, que la nieta juegue a futbol y que los hijos les visiten una vez al mes, por poner algunos ejemplos. Y aquí entra en juego la capacidad de adaptación de cada persona: algunos, con un poco de esfuerzo, lo han aceptado. Otros, no. Y se crean situaciones de mucha tensión entre abuelos y jóvenes.

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