Al principio de estos artículos sobre los
ancianos, distinguíamos entre tercera y cuarta edad, debido a cómo se ha
alargado la vida de las personas.
Dentro del grupo que llamamos “la tercera
edad” están aquellas personas que tienen buena salud y vitalidad, ganas de
hacer cosas.
Una de las ocupaciones frecuentes de estas
personas, es la de cuidar de los nietos. Si bien para ellos es un motivo de
alegría y una excusa para seguir activos, también hay casos en que esta
obligación les ocupa gran parte de su tiempo y les impide hacer otras cosas.
También hemos hablado del ocio, como una
forma sana de ocupar el tiempo. Pero hablemos de las características
psicológicas de esta etapa de la vida.
Hemos visto las diferentes etapas de la
vida, qué cambios suponen, cuáles son las metas a conseguir en cada una de
ellas y cómo se pueden superar positivamente. Cuando la persona tiene la
sensación de haber superado una etapa, de haber hecho aquello que tenía que
hacer, estará satisfecha con ella misma y con la vida. Pero cuando una etapa no
se supera, no se consigue aquello que se esperaba, eso provoca un malestar, que
se puede alargar en el tiempo. No siempre se puede conseguir lo que uno se
propone, y también es preciso saber adaptarse a las circunstancias y superarlo.
Si la persona “falla” en más de una etapa de la vida, la renuncia y el malestar
pueden instaurarse como un sentimiento permanente. Son estas personas mayores
que da la sensación de que están “amargadas”. Probablemente no han conseguido
lo que se habían propuesto en su vida y no lo han aceptado. A medida que la
persona se va haciendo mayor, cada vez es más difícil “recolocar” un pasado del
que no se está satisfecho. Por eso es importante enfrentarse a los problemas
cuando aparecen y no dejar que se hagan crónicos.
Una de las cosas a las que se tendrá que
enfrontar el anciano, es asumir que el final se va acercando, que cada vez
queda menos tiempo y que hemos vivido más cosas de las que nos quedan por
vivir. Esto crea una sensación de “prisa”, que también se tendrá que superar.
Son esas personas mayores que siempre van corriendo, que se quieren colar en la
cola del supermercado y que cruzan el semáforo en rojo. La angustia de la prisa
es uno de los sentimientos que convendrá superar. También la experiencia pierde
intensidad, desaparece la pasión por las cosas.
También surge en esta etapa una especie de
“sabiduría”, una perspectiva sobre la vida y sobre uno mismo, diferente. Se
relativizan cosas, la escala de valores se recoloca. Hay un sentimiento de
trascendencia, de que nuestro paso por este mundo ha de tener algún sentido,
que dejamos alguna aportación, alguna obra.
A medida que la salud y las capacidades se
van deteriorando, se tendrá que aceptar y también, tarde o temprano, se tendrá
que asumir la dependencia en los demás. Para personas que han sido muy
independientes, esto se hace especialmente difícil.
La experiencia pierde intensidad, desaparece
la pasión por las cosas.
No hay comentarios :
Publicar un comentario