Se acerca la Navidad. Para unos, unos momentos
felices para compartir con la familia. Para otros, una fiesta excesivamente
consumista. Hay diferentes formas de vivir la Navidad.
Crisis, recortes, desahucios, paro, corrupción...,
vivimos inmersos en un bombardeo constante de energías negativas. Sentimos
constantemente malas noticias. Cogemos los periódicos, escuchamos la
televisión, hablamos con los amigos, los compañeros..., e inevitablemente sale
el tema de la crisis. Está omnipresente en nuestro entorno.
Como sabemos, los estudios demuestran que nuestro
cerebro se alimenta de aquello que le damos: si nuestros pensamientos son
positivos, nuestra energía se transformará en emprendedora y optimista. Si
dejamos que se nos apodere la negatividad, tenderemos al pesimismo, a verlo
todo de un color mucho más gris.
Hay momentos en la vida para experimentar todos los
sentimientos: tiempo de alegría, tiempo de tristeza, tiempo de rabia, tiempo de
amor, tiempo de miedo, tiempo de esperanza... etc. Y es preciso que dejemos
aflorar a cada uno de ellos cuando conviene. Es necesario llorar cuando estamos
tristes, gritar cuando estamos enfadados, o buscar apoyo cuando tenemos miedo.
Nuestro equilibrio emocional depende en parte de nuestra capacidad para saber y
poder expresar las diferentes emociones y sentimientos. Es por eso, que creo
que conviene que nos permitamos una tregua, unas “vacaciones de la crisis” y
nos tomemos la Navidad como un momento para disfrutar.
Ahora más que nunca, tendremos que rescatar los
valores inmateriales de la Navidad. La disminución de los recursos materiales
nos ha de reforzar el valor de la salud, la compañía, la diversión...
rescatemos la magia de la Navidad. Uno de los secretos de la felicidad radica
en valorar aquello que tenemos, en lugar de lo que no tenemos.
Ahora, más que nunca, os invito a cantar
villancicos. Coged una pandereta, una zambomba o dos tapas de cacerola y cantad
con todas vuestras fuerzas. Volved a enviar postales de Navidad con sobre y sello,
pero hacedlas vosotros mismos, con cartulinas, lápices de colores, purpurina...
id a la montaña a coger piñas y volved a hacer el pesebre. Salid a pasear de
noche, a ver las luces de colores y la ciudad engalanada. Pasead por un
mercadillo de belenes y sentid el olor de los abetos y el musgo.
Es un buen momento para enseñar a nuestros niños y
niñas el verdadero espíritu de la Navidad, para demostrarles que no hace falta
comprar, gastar, consumir... para disfrutar. Es un buen momento para rescatar
los valores que a menudo olvidamos.
Démonos una tregua para disfrutar, para recordar que
estamos vivos, que tenemos salud para seguir adelante, que podemos continuar
buscando nuevas oportunidades. Que no estamos solos, que siempre hay alguien
que nos apoya. Que no hace falta comprarnos el regalo más caro para ser
felices. Que podemos cantar, crear, imaginar, abrazar, reír, bailar, oler...
dejarnos seducir por la magia de la Navidad.
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