Estamos en la era de la información.
Tenemos varios canales de TV que dan noticias. Y hay
algunos que lo hacen las 24 horas del día. Si vamos en coche, ponemos la radio.
Si vamos en metro, hay periódicos gratuitos. Incluso cuando lo que queremos es
desconectar y entramos en las redes sociales de Internet para distraernos un
rato, algunos de nuestros amigos han colgado alguna noticia, las declaraciones
de un político, la opinión de los contrarios, o la noticia del momento. Se hace
muy difícil “no enterarse” de lo que pasa.
Y además, se da la circunstancia de que gran parte
de las noticias son de tipo negativo.
Estoy encontrando con bastante frecuencia a personas
que dicen haber dejado de ver las noticias. Por salud emocional.
Seguro que hemos leído alguna vez que hay que
empezar el día con pensamientos positivos, mirándose al espejo y haciendo algún
propósito, incluso hay quien pega frases positivas en el espejo del baño para
encontrarlas por la mañana.
Pero muchos de nosotros, cuando no son ni las 9 de
la mañana ya estamos saturados de malas noticias. Y esto influye en nuestro
estado de ánimo. Aunque no lo parezca, nos condiciona.
¿Cuántas veces nos encontramos con una persona que
tiene muy mal genio, tenemos un altercado con ella y nos “contagia” su mal
humor? Parémonos un momento a tomar conciencia de cómo nos influyen tantas
noticias negativas: estamos tomando un café y unas tostadas, aún medio
dormidos, y ya nos están explicando que ha habido un accidente en cadena en una
autopista, que se ha destapado otro caso de corrupción, que ha aumentado
nuevamente el índice del paro, que han desahuciado a una familia con 3 hijos en
“no-sé-dónde”, y que las previsiones económicas del 2013 son negras como el
carbón.
¿Con qué cara salimos a la calle? ¿Con qué ganas
encaramos el día? ¿Con qué ánimos nos ponemos en marcha?
¿Qué tal empezar el día con música, o haciendo un
poco de ejercicio?, por ejemplo. ¿O deseándole un buen día con un mensaje a
alguien a quien queremos?
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