La
adolescencia es la etapa de la vida donde más cambios se dan. Y estos cambios,
que son profundos y complejos, también afectan a las personas que rodean al
adolescente, de forma muy especial a los padres, que se tendrán que ir
adaptando y replanteando muchos de sus principios e ideas.
Los cambios físicos
La adolescencia tiene una vertiente fisiológica, que se llama pubertad. Son los cambios físicos que experimentan los niños y niñas. En las niñas aparece entre los diez años y medio y los once, y en los niños, de doce y medio a trece. Pero esto varía mucho en función de la genética, la alimentación, la zona geográfica, etc. Podemos encontrar a niños y niñas de diez años muy desarrollados, o chicos de trece o catorce que lo están poco. Los cambios físicos pueden repercutir a nivel psicológico de diversas formas:
Por un lado,
las chicas que están muy desarrolladas a una edad precoz, se encontrarán con
que, de repente, los chicos empezarán a tratarlas de forma diferente, y
probablemente su maduración psicológica no esté al mismo nivel. Esto les puede
causar inseguridad, y, sobre todo, no saber cómo reaccionar ante el nuevo
tratamiento que les dan los chicos. Es frecuente que quieran esconder su
feminidad con ropa ancha, o por el contrario, que actúen como si tuvieran más
edad de la que tienen en realidad.
En el extremo
contrario, tenemos a las chicas que tardan en desarrollarse, y cuando sus
compañeras de doce o trece ya lucen un cuerpo de mujer, ellas se encuentran
diferentes, y eso será causa de complejos. A esto habrá que añadir el efecto de
algunas burlas que se encontrarán, con muy poco tacto, por parte de otros adolescentes.
A los chicos
les pasa una cosa parecida, pero los que más sufrirán son los que tardan en
crecer y desarrollarse, que se pueden sentir muy acomplejados ante los chicos
que son más altos y corpulentos.
A los chicos
y chicas se les debe explicar qué
cambios hará su cuerpo, a fin de que lo vivan con normalidad. Muy a menudo,
si no están informados, lo viven con angustia, pensando que lo que les está
pasando no es normal. Además, acostumbran a compararse con los amigos, y se
encuentran con que “yo no soy igual que fulanito o menganita”.
La
aceptación del propio cuerpo, en muchas personas, no llegará hasta bien entrada
la madurez. Estamos sujetos a mucha presión social sobre los cánones de
belleza, unos cánones que sólo están al alcance de unos pocos, pero que parece
que, si no los tienes, eres “un ser inferior o imperfecto”. La mayor parte de la
población tiene algún complejo respecto a su físico. Si esto nos pasa a los
adultos, imaginemos cómo lo viven los adolescentes, que por una parte están en
plena metamorfosis física, que no saben quienes son, que su cuerpo crece, se
transforma, les sale pelo en cualquier parte, se hace grande, se ensancha, se
estira por diferentes sitios, sin poder controlarlo, y además, no tienen la
suficiente madurez psicológica ni la información necesaria para relativizar la
belleza física, el bombardeo publicitario y la presión social. Todos los chicos
y chicas querrían parecerse a sus ídolos. Y ninguno de ellos se parece. Es
necesario que podamos hablar con ellos de todo esto, que les vayamos ayudando a
sentirse bien con su propio cuerpo, a valorar y potenciar aquellas
características físicas que les hacen “especiales”: Los ojos, una cara bonita,
una sonrisa... que vayan asumiendo poco a poco que, sea cual sea su aspecto,
las personas que les quieren lo hacen por quiénes
son, no por cómo son.
Telf.:
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