La semana pasada veíamos
que la esperanza implica un sentimiento de alegría, un pensamiento positivo,
una actitud enfocada hacia un objetivo y una cierta dosis de fe. Pero veamos cuáles
son las causas de que algunas veces perdamos la esperanza.
Uno de los principales
motivos es la falta de realismo. Hay situaciones obvias que será necesario
aceptar: por ejemplo, cuando nos empecinamos en conseguir el amor de una
persona que nos ha dicho una y otra vez que no quiere nada con nosotros.
La esperanza de conseguir
algo, debe de ir acompañada de realismo. Si nos proponemos metas imposibles,
viviremos forzosamente desesperanzados. Hemos de confiar en nuestras
posibilidades y recursos y no vivir pendientes, por ejemplo, de que nos toque
la lotería. Hemos de luchar por aquello que, de manera realista, podemos
conseguir. A menor escala, también es una actitud realista el pensar que encontraremos
obstáculos en nuestro camino; si pensamos que todo será un camino de rosas, es
probable que tiremos la toalla a la primera dificultad.
Otro motivo de actitud
poco esperanzada es el pesimismo, la sobrevaloración de los aspectos negativos.
Un exceso de actitud crítica nos hará gastar más energía en criticar que en
intentarlo. Anticiparemos las dificultades antes de que aparezcan.
La desvalorización de
aquello que se ha conseguido y el exceso de crítica del pasado nos restará
energía de cara al futuro.
El estado de ánimo
depresivo tiende al pensamiento desesperanzado: “no lo conseguiré”, “no vale la
pena intentarlo”, son frases que se repiten algunas personas y que también
restan energía y disminuyen la esperanza.
La confianza en el ser
humano en general, en sus capacidades, es fundamental. Hay personas que no
confían en el ser humano. Y difícilmente tendrán una actitud esperanzada.
Otro motivo es el miedo
al fracaso. Es normal tener miedo cuando esperamos conseguir alguna cosa. Pero
hay personas a las cuales les frena un excesivo miedo al fracaso, el miedo a no
conseguirlo y ni tan solo lo intentan.
La impaciencia es una
enemiga natural de la esperanza. Muchas veces, cuando esperamos algo, lo
queremos de inmediato. Es preciso medir el tiempo de una forma realista.
Por último, tengamos en
cuenta que una actitud esperanzada en el futuro no nos ha de impedir vivir en
el presente, aquí y ahora, de una forma satisfactoria.
La semana que viene, el
pensamiento positivo.
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