La rebelión forma parte
de la adolescencia. El joven necesita distanciarse, desmarcarse de la familia
para crecer. Y esta rebelión va siempre acompañada de angustia por parte del
joven y también de angustia y enfado por parte de los padres, que a menudo no
entienden qué está pasando.
Muchas veces, un familiar
cercano (hermano mayor, tío, tía) o un amigo, un maestro, etc. pueden jugar un
papel importante en estos momentos difíciles. Es importante que el joven pueda
acudir a un adulto de confianza si tiene un problema grave, cuando hay un
fuerte distanciamiento entre padres e hijos.
Hacer de padres es difícil,
hay que tomar muchas decisiones, a veces con poco margen de tiempo, y siempre
queda la duda de si lo estamos haciendo bien, si estamos siendo demasiado
exigentes o demasiado “blandos”. Es necesario ser fiel a uno mismo, cada
persona, cada familia tiene su propio estilo, sus principios. Pero en líneas
generales ¿cuáles son los roles de los padres? Hay unos puntos a tener en
cuenta:
- Los jóvenes necesitan cierta libertad
para “ensayar” su nueva vida, y es conveniente que los padres les den un
espacio (adecuado a su edad) y confíen en ellos. Todos nos podemos
equivocar, pero no por ello nos vamos a quedar en casa.
- También hay que darles seguridad y
afecto, que se sepan queridos y aceptados, pase lo que pase.
- El manejo de la frustración es otro punto
importante, saber apoyarles en momentos de “caída”, animarlos a levantarse
y volver a empezar. Cuando tienen un problema, ellos también se sienten
mal. Conviene que los padres no caigan en un victimismo del tipo “mira qué
nos has hecho a nosotros”.
- Ante un problema grave, conviene que los
padres hagan un frente común, evitar las desavenencias que a menudo surgen
(por ejemplo, es frecuente entrar en discusiones de quién tiene la culpa
del comportamiento del hijo o la hija, acusarse mutuamente, etc., en lugar
de buscar soluciones juntos)
- No es fácil ser padres de un jovencito o
jovencita que parece que haya
perdido todos los modales, la educación, se muestra desafiante,
egoísta, etc. En momentos así, los padres pueden caer en una postura
radical, de castigos y reproches, que aún distanciará más las posturas.
Por más difícil que parezca, hay que tomarlo con calma y tratar de
reestablecer los puentes de diálogo.
- Un error frecuente es querer hacer de
“amigo o colega” del hijo. Este no es el rol que les toca: los padres son
los padres y los amigos son los amigos.
- El hecho de que los hijos se hagan
mayores también crea en algunos padres y madres la sensación de que “ya no
son necesarios”, se sienten desubicados, y puede ser que de forma
inconsciente, no dejen crecer al hijo, no le dejen marchar.
- También se da a menudo el caso de que
haya una situación familiar complicada (paro, problemas en la pareja, etc.)
y que se haga recaer toda la culpa en la conducta del adolescente. Y esto
no es justo ni ayuda a nadie.
- Conviene establecer unos límites claros y
hacerlos saber: funciones que tiene el joven en casa, hora de llegada,
normas inamovibles de la casa, etc.
- En las discusiones (y esto vale para todo
el mundo) es importante destacar las cosas positivas y no sacar cada vez
los mismos “trapos sucios”.
- Hay que escucharles, y pensemos que ellos
están formando sus propias opiniones, que quizá no compartimos, pero a
todos nos gusta que nos escuchen y nos respeten.
- En las discusiones (y esto también es
válido para todo el mundo) es mucho mejor hablar de la conducta que de la
persona: por ejemplo, “no me gusta esto que haces” es mucho mejor que “no
me gusta cómo eres”.
- A menudo los jóvenes se quejan de que se
les trata como a delincuentes por el solo hecho de ser jóvenes, que la
gente les habla o mira mal. Conviene que superemos los prejuicios en este
sentido, si es que los tenemos.
- Aprovechar el momento oportuno para
hablar, es mejor que forzarlo.
- Ante un problema, también hay que
escuchar las soluciones que puede aportar el joven, no siempre tenemos la
respuesta correcta.
- Mejor negociar que discutir. Hay normas
inamovibles, pero también hay cuestiones que se deben poder negociar.
- Es importante valorar sus gustos, a sus
amigos, etc. Si les criticamos sistemáticamente, estamos levantando un
muro.
- Evitemos dramatizar: es normal que
prueben el tabaco y el alcohol, por ejemplo, pero no necesariamente se han
de volver adictos.
- No olvidemos nuestro rol de padres, hay
problemas que tendremos que afrontar, no podemos hacer siempre “la vista
gorda” o esperar que lo solucionen otros (escuela, amigos...).
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