CATALÀ

¿Qué es el pensamiento positivo? (1)


(Dedicado a J)

Llevo tiempo buscando información sobre lo que llamamos “pensamiento positivo”. Todo el mundo habla de ello, todos parecen tener claro el concepto, pero no he encontrado ninguna definición concreta ni ninguna escuela de la Psicología que se autodefina como “escuela del pensamiento positivo”. Así pues, intentaré captar la esencia de lo que entendemos por pensamiento positivo.

Entiendo el pensamiento positivo como una actitud de confianza en el futuro, ya sea inmediato como a largo plazo. Esta actitud va acompañada de sentimientos positivos (alegría, esperanza, ilusión...) y pensamientos constructivos (lo conseguiré, se puede...).


El origen de nuestro pensamiento lo encontramos en la familia y en la sociedad que nos rodea. Los mensajes que hemos recibido de pequeños, la actitud vital de nuestra familia, nos han influido en nuestra actitud actual. No es lo mismo ver a unos padres luchadores, que siempre tenían un proyecto nuevo, una ilusión, que tener unos padres que se resignaban a tener una vida gris, que emanaban tristeza y conformismo. ¿Qué mensajes recibías de pequeño? “saldremos adelante”, “seguro que lo logramos”, “ya verás cómo todo saldrá bien”, o por el contrario, “hemos venido a este mundo a sufrir”, “la vida es una m...”, “no vale la pena intentarlo”...

Además de la actitud general de la familia, también nos influyen los mensajes personales que nos dieron: ¿confiaban en nosotros nuestros padres? Aquello que nuestros padres pensaban de nosotros, nos influye en la imagen que tenemos de nosotros mismos: “eres muy valiente”, “esto te ha salido muy bien”, “eres una chica muy inteligente”, “lo estás haciendo muy bien”, “eres un chico muy maduro para tu edad”, son mensajes muy diferentes a “eres un desastre”, “no se puede confiar en ti”, “no haces nada bien”, “seguro que meterás la pata”...

Un primer paso para ser positivo, es confiar en nosotros mismos. Por muy negativos que fueran los mensajes que nos transmitieron en nuestra infancia, la buena noticia es que la infancia ya se ha terminado. Debemos tomar conciencia de estas actitudes y mensajes, y analizarlos desde nuestro razonamiento adulto: “¿verdaderamente siempre lo hago todo mal?”, elimina las palabras “siempre” y “todo”,  que son generalizaciones (y por tanto, distorsiones de la realidad) y cámbialas por “a veces” y “algunas cosas”. Esto cambia el sentido de la frase (y de nuestro pensamiento): “A veces hay algunas cosas que salen mal” (y por lo tanto, otras veces salen bien).

Otro paso importante es separar a la persona del objetivo: ¿qué significa esto? Pues que yo me puedo equivocar, porque soy humana, pero eso no me convierte en “un desastre de persona”. Es muy diferente decir “soy un desastre de cocinera” que “este plato no me ha salido bien”. En el primer caso, estamos sacando una conclusión sobre nuestra persona, en el segundo, el acento lo estamos poniendo en aquello que hemos hecho, aquí y ahora, en el resultado, que no significa que siempre tengamos que obtener el mismo resultado. Que una vez (o las que sean) me salga una cosa mal, no quiere decir que no pueda aprender y que la próxima vez me salga mejor.

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