CATALÀ

¿Nos manipulan con la rabia?

Veíamos la semana pasada, que la rabia es uno de los cuatro sentimientos básicos, que es la respuesta a un estímulo externo de agresión o peligro y que debe ser proporcionada al estímulo que la provoca. También, que hay diferentes formas de canalizarla.

Pero hay otro uso, no tan sano, que algunas personas hacen de la rabia: sirve para manipular a los demás.

Una respuesta de rabia, como un grito, puede parar una agresión. Algunas artes marciales, utilizan el grito, acompañando al movimiento físico, como una herramienta de intimidación hacia el contrincante. Cuando una persona, por ejemplo, nos está insultando sin parar, un grito le puede detener. Y es bueno que le hagamos parar, de la forma que sea. Pero una agresión física ante un insulto, sería una respuesta desproporcionada, que puede fomentar una escalada de agresividad.


Pero hay otro uso, no tan sano, de la rabia: es lo que denominamos “juegos de poder”. Hay personas que para conseguir lo que quieren de los demás, les intimidan, con gritos, insultos, amenazas, etc. Hay personas que lo hacen de forma habitual, sea cual sea la situación y el lugar: necesitan tener el poder sobre la otra persona. Estas personas, piensan que tienen “el derecho” a hacerlo, que lo hacen para obtener justicia, para “ayudar” al otro a cambiar, etc. Justifican su forma de actuar como algo que es necesario.

Hay personas que son más sensibles a las reacciones de rabia que otras. Esto depende de la historia personal de cada uno. Si a una persona, de pequeña, le han enseñado a razonar, será menos vulnerable que otra con la cual utilizaban amenazas, castigos, gritos, etc. Hay padres y madres que utilizan sistemáticamente el castigo, el grito, incluso el insulto, para, presuntamente, educar a los hijos. Estos niños y niñas, crecerán con el miedo, y quedan condicionados ante la rabia de los demás. Incluso una mala cara de otra persona, les condiciona en sus decisiones. A menudo vemos parejas en las cuales una persona domina a la otra, le condiciona, simplemente con un tono de voz más alto, o una mala mirada. Y nos planteamos cómo es que esta persona “se deja” manipular de esta forma. Seguramente, es una respuesta automática, no razonada, que responde a una programación interna que tiene la persona. Se acostumbró a obedecer para evitar las malas caras (o las amenazas, o los gritos...). Y lo siguen haciendo, sin darse cuenta, o sin saber qué hacer para evitarlo.

¿Hemos de tener siempre la razón? ¿Qué pasa cuando estamos en el otro lado de la pareja, cuando somos los “dominadores”? ¿Los amigos han de ir siempre a donde nosotros queremos, y si no, les ponemos malas caras? ¿Conseguimos lo que queremos, a base de manifestar enfado? ¿Vamos por el mundo poniendo malas caras a todo el mundo? ¿Y con esta actitud, conseguimos que los demás hagan lo que nosotros queremos? Si las respuestas a todo esto son positivas, estamos manipulando a los demás con la rabia. Probablemente, nos rodeamos de personas a las que podemos dominar, y nos apartamos de aquellos con los que no podemos hacerlo.

Reconocer esto, es duro, pero es un primer paso para el cambio, si queremos ser personas más sanas y más justas. Las relaciones humanas deben basarse en el respeto hacia el otro, hacia sus decisiones, pensamientos, creencias, etc. Y eso implica aceptar la diferencia, y reconocer los derechos del otro. No podemos pretender salirnos siempre con la nuestra, a cualquier precio.

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