CATALÀ

El proceso del duelo (1)

A lo largo de la vida son muchas las circunstancias en que nos hemos de despedir de personas, cosas y situaciones. La muerte de alguien cercano es quizás la más evidente, pero hay muchas otras: una separación de pareja, pelearnos con un familiar o amigo, marcharnos a vivir a otra parte... y también los cambios de casa, de escuela, de trabajo, etc. suponen despedirse de una situación, un lugar, unas personas, una rutina...

En cualquiera de estas situaciones, pasamos por lo que conocemos como proceso de duelo. Evidentemente no será lo mismo despedirse de una persona que nos ha dejado para siempre, que de una casa o escuela. Pero el proceso por el que pasamos es el mismo. Todo el mundo acompaña a la persona que ha perdido a un ser querido, todos saben que está pasando por un proceso doloroso y difícil, pero muchas veces pasamos por alto el dolor que significa perder un trabajo, tener que emigrar, pelearse con un amigo o acabar los estudios y saber que no volverás a la escuela en la que has pasado unos años de tu vida.

Es importante ser conscientes de nuestro dolor y respetarlo. Muchas veces negamos nuestros sentimientos negativos de dolor, tristeza, etcétera. porque pensamos que no nos entenderán o que están mal vistos, o que “no toca” estar triste porque hemos acabado una etapa de la vida. Pero si tomamos conciencia del proceso que estamos viviendo y nos damos el permiso para vivir la tristeza, la rabia, etc. y nos respetamos un tiempo de duelo, será mucho más fácil “encajar” el cambio y aceptar la nueva situación.


Las etapas de un proceso de duelo son 5. Normalmente las personas van pasando estas etapas de forma espontánea, y tardan más o menos tiempo en pasarlas, dependiendo de la personalidad de cada uno y de la gravedad de la pérdida. Algunas veces, nos quedamos “encallados” en una de estas etapas y podemos necesitar la ayuda de un profesional para superarlo y seguir adelante.

1. Aceptación de los hechos: Es frecuente pasar por una etapa de negación, de no aceptación de la pérdida. Cuanto más cercana, dolorosa e injusta sea, más nos costará de aceptar. Ante la muerte, se acepta como “ley de vida” que se marche una persona mayor y será mucho más difícil de encajar la muerte de alguien joven o de un niño. Una enfermedad larga, con sufrimiento para la persona, nos hará aceptar mejor la muerte, que un accidente repentino. Muchas veces prevemos el final de una etapa (cuando estamos acabando la formación académica o vemos que una relación de pareja no funciona, por ejemplo), y tenemos tiempo para irnos preparando para el final.

Los finales “repentinos” son más difíciles de aceptar. Hay casos extremos, en que la persona se puede pasar años negando la realidad, por ejemplo, en una separación de pareja. La persona se aferra a la fantasía de que “no pasa nada”, o “es un enfriamiento temporal de la relación”. El problema de esta negación es que la persona no avanza, no recibe el presente para seguir adelante con su vida. O ante una muerte, hay personas que se pasan años manteniendo presente a la persona que se ha ido, hablando imaginariamente con ella, aferrándose a cosas materiales que le recuerdan a esta persona, etcétera. Esto es normal hacerlo durante un tiempo, pero si se alarga demasiado, la persona no recibe el presente. Es una huida de la realidad.

No hay comentarios :

Publicar un comentario