Continuamos con la descripción de
algunos de los sentimientos humanos. Hemos hablado de los cuatro sentimientos
básicos: tristeza, rabia, miedo y alegría. También de la culpa. Hoy le toca el
turno a la vergüenza.
La vergüenza es un sentimiento
desagradable, de inadecuación, que actúa como respuesta a una norma que hemos
transgredido. Acostumbra a ir acompañada del miedo a ser rechazado o
abandonado.
La norma transgredida puede ser
justa o injusta, real o imaginaria.
La vergüenza es el origen de muchas
dificultades personales. Nos avisa de que hemos transgredido una norma, i que tendremos
que cambiar alguna cosa de nuestro comportamiento. Pero también nos puede hacer
sentir muy mal, disminuye nuestra autoestima y nos hace sentir indignos. Hay
sensaciones de vergüenza que bloquean literalmente a la persona. Cuando
sentimos vergüenza, tenemos la sensación de que todo el mundo adivina aquello
que hemos hecho mal, como si pudiesen leer dentro de nuestro pensamiento.
Cuando sentimos vergüenza, acostumbramos a ver a los demás más grandes, más
formales, más serios... como si todo el mundo tuviese un código moral mejor que
el nuestro.
La sensación de ser “inadecuados” en
la mayor parte de situaciones puede ser debida a una personalidad tímida. Hay
personas que tienen más tendencia a sentir vergüenza en la mayor parte de las
situaciones sociales, y otra que sólo la sienten cuando han hecho alguna cosa
verdaderamente “grave”.
Nadie en el mundo cumple todas
las normas siempre. También hay veces en que dos normas entran en
conflicto y tendremos que elegir una de ellas y transgredir la otra.
¿Qué podemos hacer cuando sentimos
vergüenza en una situación determinada? Primeramente,
evaluar la norma que hemos transgredido. ¿De quién es esta norma? ¿Quién nos la
inculcó? ¿Es real o imaginaria? (es decir, me estoy imaginando a mi padre o
madre, o abuela... señalándome con el dedo de forma acusadora). Una vez hayamos
identificado la norma y la persona que nos la inculcó (real o presuntamente),
preguntémonos si es una norma justa y si la queremos para nosotros o no. Si no
la queremos, es importante tomar conciencia y decidir que, en adelante, no
dejaremos que esta norma nos apabulle.
Pensemos, si querríamos que alguien
cercano a quien queremos mucho sintiera vergüenza por esta misma norma. Si no
lo querríamos para los demás, tampoco nos lo tendríamos que aplicar a nosotros
mismos.
Hay un sueño típico que todos hemos
tenido alguna vez (de los que se llaman “sueños colectivos”) que consiste en
vernos desnudos paseando en público. Todo el mundo nos mira y nos sentimos
absolutamente avergonzados. Es el famoso cuento en el que le hacen un vestido
imaginario al rey, que en realidad no existe, y el rey se pasea desnudo por la
calle, muy orgulloso de su “vestido”, hasta que un niño exclama en voz alta:
“el rey va desnudo”. Entonces todo el mundo empieza a reírse de él, y el rey,
que hasta entonces estaba muy orgulloso de su “vestido”, de repente siente una
fuerte sensación de vergüenza. Este es el típico ejemplo de transgresión de una
norma (no se ha de salir desnudo a la calle) y de cómo es la acusación de los
demás lo que nos hace sentir la vergüenza (hasta que el niño no lo verbalizó,
el rey no sentía vergüenza).
Replanteémonos entonces, el origen
de nuestra vergüenza, y analicémosla. Podemos elegir dejar de sentir vergüenza
si pensamos que se trata de una norma injusta.
Telf.:
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