Quiero iniciar un ciclo de artículos
dedicados al mundo de la pareja, el amor, la sexualidad, la convivencia, etc.
Hoy comenzaré por explicar las diferentes fases por las que pasa una relación
entre dos personas.
Según algunos estudios sobre las
relaciones de pareja, ésta pasa por diferentes etapas, que se pueden comparar
de forma muy aproximada a las fases de desarrollo infantil respecto a la
relación con la madre.
1ª etapa: Enamoramiento. Para enamorarse hay que romper los
propios límites para “fusionarse” con el otro. Durante esta etapa se dejan un poco de lado los propios gustos y
preferencias, y lo más importante es el contacto con la otra persona. Intentamos
dar la mejor imagen de nosotros mismos y ponemos empeño en buscar los puntos en
común con la otra persona. Parece que seamos “almas gemelas”, nos gusta lo
mismo, nos ponemos de acuerdo en todo... Es una etapa muy dulce, sin
complicaciones, en que todo fluye. Nos aporta gran cantidad de endorfinas
(hormona de la felicidad) y nos sentimos felices, rebosantes de energía y
positivismo. Hay una sensación de estar “flotando en una nube”. También afecta
positivamente a nuestra autoestima, al sentirnos valorados y admirados por la
otra persona.
A todo el mundo le gustaría quedarse
eternamente en esta etapa, pero si fuese así no podríamos funcionar como
individuos, no tenemos disponibles nuestras capacidades al 100%. Nuestra
energía está centrada en la relación y en el otro. Tampoco vemos al otro con
objetividad, se realzan las semejanzas y se minimizan las diferencias y los
defectos.
En la mente del bebé, se cree “parte
de la madre”, aún no ha llegado a la conclusión de que él y la madre son dos
personas diferentes. Obtiene todo aquello que necesita. Hay una dependencia
absoluta de la madre.
2ª etapa: Fase simbiótica: Se caracteriza por una dependencia
mutua. Los planes se hacen contando con el otro, pensando en el otro. Nos
adaptamos a la vida y necesidades de la pareja. Si esta etapa dura demasiado,
la relación no progresa y las dos personas no pueden hacer nada una sin la
otra. Es necesario en algún momento empezar a diferenciarse. Puede haber una
lucha de “ni contigo ni sin ti”. Puede ser que uno de los dos sea más
dependiente que el otro y entonces sufren los dos, uno por sentirse
“abandonado” y el otro por sentirse “atado”.
En el bebé, hay un lazo afectivo muy
estrecho con a madre. Se establece una comunicación madre-hijo exclusiva.
3ª etapa: Diferenciación: Es cuando se empiezan a definir las
diferencias individuales de cada uno. Para muchos supone una desilusión, es
darse cuenta de que el otro no es realmente como yo le veía, sino que es
alguien con personalidad propia, con defectos y manías, como cualquier otra
persona. Puede haber una sensación de engaño, de “estás cambiando”. En realidad
no cambiamos, simplemente nos mostramos como somos en realidad, nos damos
cuenta de las diferencias. Es cuando comenzamos a ver quién es en realidad la
otra persona, descubrimos que no es “perfecto”, que es “simplemente humano”. Es
un buen momento para progresar en la relación, para acercarnos a la persona
real, definiendo nuestros límites, nuestros gustos y preferencias. Es cuando ya
no hace falta que veamos el fútbol cada domingo con el otro, (que había llegado
a pensar que nos gustaba mucho), ni que salgamos cada día con él/ella y sus
amigos.
Esta etapa tiene diferentes fases
que continuaremos en el próximo artículo.
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