Son muchos los autores que han
hablado del amor y sus diferentes manifestaciones.
Erich Fromm, psicólogo y filósofo
alemán, escribió su famoso libro “El arte
de amar”. Fromm defiende que el amor es la respuesta al problema de la
existencia humana, pues soluciona el hecho de la separación y la soledad.
Distingue entre 4 tipos de amor: el amor de los padres, el amor a uno mismo, el
amor erótico y el amor a Dios. Para él, las claves de un amor maduro son: el
cuidado del otro, el respeto, el conocimiento y la responsabilidad.
Este autor, que era judío, marxista
y comunista, relaciona la sociedad capitalista con el amor: de alguna forma,
esta sociedad dificulta la existencia del amor maduro, creando individuos
frustrados que son más fáciles de ser explotados.
Un autor muy poco conocido, el
chileno Darío Salas, -y poco estudiado por sus actividades esotéricas y
sectarias- hizo un profundo estudio sobre el amor. En su libro “La ciencia del amor”, distingue entre
el amor sano y el amor que él llama “amor satánico”. En él enumera las
diferentes formas en que el amor deja de ser sano: el matrimonio como anclaje y
meta, no entregarse, el narcisismo, los celos, el “vampirismo”, la simbiosis,
la búsqueda compulsiva del placer sexual, el machismo y el matriarquismo, el
enfoque reproductivo, los sustitutos sociales del amor, las obligaciones
artificiales, son algunos de los aspectos que trata Salas.
Un autor mucho más conocido, Paulo
Coelho, en su libro “El peregrino de
Compostela: diario de un mago”, describe tres tipos de amor: Philos, Eros y
Ágape.
Philos es el amor bajo la forma de
amistad. Es aquello que une a las personas, o a una persona con una afición,
por ejemplo: filosofía es “amor a la sabiduría”. Eros es el amor en el sentido
más amplio, es un amor que crece, se desarrolla, une. Perdura en el tiempo. Es
un sentimiento. Se puede manifestar de muchas formas, cada persona lo vive de
forma diferente. Ágape es la pasión, “el amor que devora”. Es una emoción
fuerte y breve. Si dura demasiado, acaba ahogando a las personas.
Una de las descripciones que más me
gusta sobre el amor es la del psiquiatra argentino Jorge Bucay. En su libro “Amarse con los ojos abiertos”,
distingue entre “amar” y “enamorarse”. Al principio de una relación, hay un
periodo de pasión en el que se mezcla mucho lo que yo imagino o proyecto en
aquella persona. De alguna manera “coloco” en la otra persona mi ideal de
pareja, veo aquello que quiero ver. Pero ¿qué pasa cuando, después de un tiempo,
el otro empieza a mostrarse tal cual es realmente y eso no coincide con mi
ideal? Aquí empiezan los conflictos. La otra persona no es como yo pensaba. En
este momento, es donde hay que decidir si la persona real que está ante nosotros
nos gusta tal y como es, si estamos dispuestos a aceptarla, incluso con las
cosas que no nos gustan de ella. La pareja ideal no existe. No hay una persona
que cumpla todas y cada una de nuestras expectativas. Y si existiera, sería muy
aburrido.
En palabras del propio Bucay, “es gracioso escuchar a los que abandonan su
estado pasional y creen que el otro ha cambiado, que ya no es el mismo, cuando
en realidad sólo han cambiado los ojos con los que miran. Uno descubre las
diferencias y éstas desembocan en confrontación”. “Hay que buscar las
diferencias e intentar unirse a través de ellas. No como antes, que nos unían
sólo las semejanzas”. “Enamorarse es amar las coincidencias, y amar, enamorarse
de las diferencias”.
En el momento en que aceptamos las
diferencias, empieza verdaderamente el amor.
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