CATALÀ

Decidir o aceptar (1)

En la práctica del día a día de la consulta de psicología, me he dado cuenta de que la mayoría de los problemas que tenemos se reducen a dos cuestiones: Decidir o aceptar.

Las decisiones. Blanco o negro, sí o no, dar un paso, decir una cosa, marcharse o quedarse... si la solución parece tan fácil, ¿por qué no lo hacemos? ¿Por qué esperamos mil años a resolverlo poniéndonos excusas, demorando, engañándonos a nosotros mismos con la idea de que “ya se arreglará solo”, de que “tampoco es tan grave”, “es una crisis pasajera”, etc.?


Generalmente nos detienen las dudas y el miedo. Las dudas de si estamos tomando la decisión correcta, si no nos estamos precipitando, si nos equivocamos... Antes de tomar una decisión importante, seguro que le hemos dado mil vueltas y hemos llegado mil veces a la misma conclusión. Se lo hemos explicado a los amigos, a la familia, a todo el que nos quiera escuchar y todo el mundo nos ha dicho cual era la solución correcta. A pesar de ello, seguimos dudando...

Hay personas que, por su personalidad, dudan siempre de todo, sistemáticamente. Les cuesta incluso elegir un fuet en el supermercado, o unos zapatos. Se pasan un buen rato con dos pares de zapatos en la mano, los dejan, se marchan, vuelven, se los vuelven a probar, finalmente cogen unos y al día siguiente vuelven a la tienda a cambiarlos por otros, pensando que “aquellos” eran los mejores. Y se llevarán los otros y seguirán dudando hasta que los tiren por viejos, de si eligieron los correctos. Hay una fantasía recurrente que les engaña: la de creer que hay una decisión correcta y una equivocada. Probablemente les criticaron con dureza cuando eran pequeños, les exigieron mucho, tenían que ser perfectos. Esta creencia es un engaño. Todo, absolutamente todo, tiene pros y contras. Y hay que decidirse. La vida está llena de decisiones, desde la más sencilla hasta la más complicada. Esto que elegimos tiene ventajas e inconvenientes. Y aquello que dejamos, también. Pero hemos de elegir, constantemente, para poder avanzar. Y hemos de renunciar. Elegir comporta renunciar, despedirse, dejar cosas y personas atrás. Hay que elegir para poder avanzar.

¿Y el miedo? Más allá del miedo a equivocarse, hay el miedo a hacer un paso importante. El miedo a lanzarse al vacío. Nos gustaría tener un papel con la garantía de que todo saldrá bien. Pero no lo tenemos. Y seguro que lo conseguiremos, pero el miedo nos detiene. El miedo a qué pensarán los demás. El miedo a no ser aceptados. A que las personas que son importantes para nosotros no nos apoyen. El miedo a quedarnos solos. A sufrir. A perder a alguien por el camino. En definitiva, a salir de nuestra zona de confort.

¿Qué es la zona de confort? Es nuestra estabilidad, la situación conocida en la que nos sentimos seguros, aunque nos esté mortificando. Preferimos lo malo conocido a lo bueno por conocer. Nos hemos habituado a nuestra situación actual, aunque no sea la más idónea, aunque tenga muchos inconvenientes. Pero es la que conocemos. Salir de la zona de confort implica abandonar nuestro refugio y arriesgarnos. Implica una ruptura, un riesgo. Pero hay que romper y arriesgarse para poder avanzar. Debemos confiar en nosotros mismos. El estancamiento nos bloquea, nos hace infravalorar nuestras propias capacidades. Nos adormece. Tenemos muchas más capacidades de las que usamos habitualmente.

Quiero terminar mi artículo de hoy con una frase de Patrick Oventor:

“Cuando avanzamos hasta los límites de toda la luz de que disponemos y damos un paso en la oscuridad de lo desconocido, debemos creer que sólo pueden suceder dos cosas: Habrá algo sólido que nos sustente, o aprenderemos a volar.”

Telf.:605 52 52 81


No hay comentarios :

Publicar un comentario