Estela Barnes
de Carlotto era una maestra, directora de escuela y madre de 4 hijos, de Buenos
Aires. El año 1977, el ejército, en plena dictadura militar, secuestró a su
hija Laura, de 22 años, que estaba embarazada de 3 meses. 5 meses más tarde,
supieron a través de una compañera de cautiverio, que su hija seguía viva y
embarazada. De nada sirvieron las muchas gestiones y luchas de la familia para
que se la devolviesen. A finales del 78 el ejército les devolvió a su hija,
muerta. A partir de aquel día, Estela empezó a buscar a su nieto. Hace 36 años
que le busca. Aún no le ha encontrado.
No puedo ni
imaginar los sentimientos de angustia, miedo, dolor, injusticia, rabia,
impotencia... que vivieron Estela y su familia. Pero ella hizo aquello que es
tan difícil hacer: sacó fuerzas de donde pensaba que no había, transformó su
dolor en amor por el nieto que no conocía, convirtió su rabia en lucha.
Al principio,
sola. Después fueron 12. Poco a poco, se les unieron otras madres y abuelas,
que buscaban a sus hijos y nietos desaparecidos. Aún había dictadura. Las
persiguieron, amenazaron, incluso detuvieron y torturaron a alguna. Pero ellas
continuaron luchando. Se reunían en la Plaza de Mayo con pañuelos blancos en la
cabeza, (pañales de tela) para reivindicar la aparición de los suyos.
Llegó la
democracia y pensaron que todo cambiaría. Pero el nuevo gobierno dictó la “Ley
de punto final” por la cual se archivaban todos los casos de desapariciones y
torturas y se indultaba a los militares de la dictadura. 30.000 adultos y unos
500 niños y niñas desaparecidos, sin ninguna explicación. Más injusticia. Más
rabia. Más impotencia. Y más transformación en lucha. Salieron fuera del país,
buscaron ayuda en los investigadores del ADN. Su ruido llegó a todas partes del
mundo. Estas madres y abuelas, muchas de ellas amas de casa, apolíticas,
removieron el cielo y la tierra. En 1984 se identificó a la primera niña
desaparecida. En el año 1987 el estado creó un banco de ADN. No fue hasta el
año 2003 que se reabrió la causa de la dictadura y se juzgó y condenó a los
culpables.
Han pasado 30
años desde que se acabó la dictadura. Se han recuperado 109 niños, ahora ya
adultos, que fueron dados en adopción, muchos de ellos a familias de militares,
de forma ilegal. Ahora, la organización Abuelas
de la Plaza de Mayo recibe subvención gubernamental, tiene unas 100
personas a sueldo y centenares de voluntarios, colaborando. Han recibido un
premio de la Unesco y han estado nominadas 5 veces para el premio Nobel de la
Paz.
Estela, a sus
83 años, tiene el pelo blanco y se apoya en un bastón para caminar. Emana la
serenidad de las personas que están en paz con su alma. Sigue recorriendo el
mundo, dando conferencias por todas partes para defender los derechos humanos.
El sábado
pasado, gracias a mi estimada amiga Montse Armengou, periodista de
investigación, tuve el privilegio de conocer personalmente a Estela. Me recordó
unas palabras de Teresa de Calcuta, muy conocidas:
Sigue aunque todos esperen que abandones.
No dejes que se oxide el hierro que hay en
ti.
Haz que en vez de lástima te tengan respeto.
Cuando por los años no puedas correr, trota.
Cuando no puedas trotar, camina.
Cuando no puedas caminar, usa el bastón.
¡¡¡ Pero nunca te detengas !!!
Siempre me ha parecido una lucha admirable, que al ver que nadie hacía nada ,salieron a la calle y lo hicieron ellas.La recompensa son esos 109 niños que se han recuperado!Siempre hay que luchar!Ellas nos han demostrado que merece la pena hacerlo
ResponderEliminarCierto, Nek. Las injusticias son mayores si van acompañadas del silencio. La lucha ante algo que consideramos injusto nos dignifica como personas.
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