La semana
pasada hablamos de los dos grandes escollos que encuentro en la práctica
terapéutica: tomar decisiones y aceptar situaciones. También hablamos de las dificultades
que encontramos a la hora de decidir, de los miedos, etc. No quiero cerrar este
tema sin hacer un último apunte: el de las diferentes posibilidades. Tiene que
ver con las salidas, con la búsqueda de soluciones.
A menudo nos
empeñamos en ver sólo dos salidas a nuestro problema, blanco o negro, y ninguna
de las dos nos satisface. Y nos quedamos parados en este punto: “Si elijo
blanco, pierdo esto. Si elijo negro, me he de enfrentar a aquello. No quiero
ninguna de las dos. No elijo.” Hay algunas situaciones en las que
inevitablemente sólo hay dos salidas. Pero muchas veces hay más opciones que no
contemplamos, que hemos descartado de entrada sin pensar más en ello, o que
simplemente no hemos visto. Y es en estas posibilidades, en la gama de los grises,
donde probablemente encontremos la solución que nos complace más. Es preciso
abrir nuestra mente, escuchar, pensar. Y muchas veces encontraremos una
solución diferente que nos gustará más.
El otro gran
tema terapéutico es la aceptación. Hay muchas situaciones que no podemos
cambiar. No dependen de nosotros. Las cosas son como son. Y no nos queda más
remedio que aceptarlas. Tampoco podemos cambiar a los demás. Son como son.
Pensemos en la
gran cantidad de energía que gastamos en luchar contra aquello que es
imposible, contra los molinos de viento. Pensemos en todo lo que podríamos
hacer con esta energía si la invirtiésemos en nosotros, en nuestros proyectos,
en mejorar como personas. Pensemos en todo el tiempo que estamos perdiendo por
una causa perdida.
Un trabajo con
un jefe con quien es imposible hablar. Una relación de pareja que lleva tiempo
y tiempo estancada, sin que fluya la comunicación. Una persona que no quiere
saber nada de nosotros. Alguien que no se aviene a razones o que, simplemente nos
ha dicho con claridad que no a algo... ¿cuánto tiempo y energía estamos
dispuestos a invertir en tratar de cambiarlo?
Y aquí
tendremos que hablar nuevamente de tipos de personalidad. En la vida hay
situaciones que toca aceptar. Y no hay vuelta de hoja. Los lunes serán siempre
lunes. Y nos costará levantarnos y volver a la rutina. Los platos se han de
fregar, tarde o temprano, nos guste o no. Pongo ejemplos sencillos, pero que
servirán para ilustrar lo que quiero explicar.
Está la persona
que se adapta con facilidad, y lo hace de buen grado. Sabe que hay cosas y
situaciones en la vida que se han de hacer o aceptar tanto si nos gustan como
si no. Y cuanto antes las hagamos y mejor predisposición de ánimo tengamos,
antes acabaremos. Levantémonos el lunes con una sonrisa, como si fuera viernes.
Seguirá siendo lunes, pero estaremos más alegres y felices. Freguemos los
platos con un poco de música, cantando y bailando. Se nos hará más corto y
divertido. Esta sería la opción de la adaptación positiva.
Está el que
protesta de todo por sistema. El que se opone a todo, siempre. Y decide que
todos los lunes de su vida irá por el mundo con mala cara. Peor para él. No
dejará de ser lunes una vez por semana y pasará una séptima parte de su vida
con cara de amargado. Es la misma persona a la que se le acumularán los platos
y los acabará fregando como si fuese una condena a muerte. Es el rebelde.
Está el que
hace como si no viese el problema, va poniendo mil y una excusas para no
enfrentarse. Llega tarde al trabajo todos los lunes y se deja siempre los
platos sin fregar. No soluciona el problema, sólo lo pospone. Es el demorador.
Finalmente
tenemos al súper-conformista, el que pasa por todos los tubos, sin plantearse
otra solución. Se conforma con cara de vinagre a cualquier situación que se le
presente. Es el que ha venido a este mundo a sufrir. Es el sumiso. Irá a
trabajar con cara de vinagre todos los días de la semana. Nunca en la vida se
comprará un lavaplatos, aunque tenga el espacio y el dinero para hacerlo. “¡Para
qué!”.
No hay comentarios :
Publicar un comentario