CATALÀ

Los hijos te cambian la vida

Es indiscutible que la mater-paternidad es una de las experiencias más bonitas y enriquecedoras de nuestra vida. Pero no todo es un valle de rosas: los que lo pasaron hace mucho tiempo, como los abuelos, ya no lo recuerdan. Los que no tienen niños, verdaderamente no lo saben. Sólo los que lo están viviendo, día a día, saben hasta qué punto te cambia la vida el hecho de tener un hijo.

A menudo me encuentro en la consulta con personas que tienen hijos e hijas pequeños. Las quejas son reiteradas, en muchos sentidos: falta de tiempo para uno mismo, falta de tiempo y energía para dedicar a la pareja, conflictos de pareja a consecuencia de los hijos...y sobre todo, la incomprensión que reciben a su alrededor respecto a sus quejas.


Está muy mal visto quejarse de los hijos: “¡Son tan monos!” “¡No haberlos tenido!” “¡Qué esperabas!” “¡Oh, claro, esto se te ha acabado!” (y aquello, y lo otro...)

Los abuelos generalmente no recuerdan los detalles de cuando tenían los hijos pequeños. Probablemente la abuela era ama de casa y no hacía nada más. No tenía estudios, no aspiraba a volver a trabajar fuera de casa. No tenía ninguna afición que no fuese hacer calceta. Sólo se dedicaba a la casa, a los hijos y al marido. Y claro, recuerda que ella sola crió a 2, 3 o 4... y que iban limpios, eran muy educados y la casa estaba siempre reluciente. ¿Cómo puede ser que las jóvenes de ahora se quejen tanto y tengan la casa tan sucia?

Para empezar, las jóvenes de ahora, probablemente trabajan fuera de casa, sea a tiempo completo o parcial, y han de compaginar eso con el trabajo de la casa y el cuidado de los niños. Cada vez hay más hombres mentalizados de que todo eso es trabajo de dos, pero aún hay muchos que no lo están: colaboran de forma puntual en alguna tarea y ya “han cumplido”. Por otro lado, nuestra generación se crió dentro de un parque de madera o de plástico. No se cogía a los niños en brazos (porque se acostumbraban). Esto ya se ha demostrado sobradamente que ha creado una generación afectada por inseguridades y carencias afectivas. No obstante, los abuelos siguen repitiendo la cantinela de “no le cojas que le malcrías”. Los padres de ahora se preocupan de que el niño se socialice, hay que sacarle cada día a que le dé el sol por el tema de las vitaminas, hay que estimularles, hacerles masajes, llevarles a la piscina, jugar con ellos, llevarles unas horas a la guardería, pero no demasiado, porque si no parece que les abandonas... Me paso la vida viendo a madres (y padres) agotados, que no comen ni descansan bastante para poder pasar más tiempo con el niño o la niña.

Todo el mundo sabe más que los padres de criar a los niños. Especialmente la gente que no tiene: estos son los más expertos. Ellos no lo harían de ninguna manera tan mal como lo haces tú. “Es que no sabes”: ellos, cuando tengan uno, no le malcriarán, le llevarán a todas partes y su niño estará quieto y sentado y no molestará a nadie, no como el tuyo, que no le sabes educar.

La abuela dice que no le coja, que se malcría. Los psicólogos dicen que no le deje llorar, que se traumatiza. La educadora de la guardería dice que le sobre-protejo. Me paso el día en el pediatra: siempre está con mocos, esto es porque no le cuido bien. Aquella revista del otro día decía cuán importante es pasar tiempo con ellos y estimularles. Y los amigos que no tienen hijos, dicen que no soy la misma desde que tuve el niño... que cómo he cambiado. Que no me obsesione tanto, que también crecen sin estar tan encima de ellos...

Y los padres están desbordados, agotados, no tienen un minuto para ellos y menos aún para la pareja, además siempre piensan que lo hacen mal, hagan lo que hagan. Y se sienten culpables, muy culpables, de quejarse. Después de todo, la mater-paternidad es lo mejor de la vida...

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