CATALÀ

Los abusos sexuales en la infancia (1)

Los abusos sexuales en la infancia son uno de los temas más delicados y difíciles de tratar desde todos los ámbitos. Es uno de los fantasmas que se pasan por la cabeza de todos los padres y madres en algún momento. ¿Cómo suceden? ¿Cómo los podemos detectar? ¿Qué consecuencias tienen? ¿Se pueden evitar? Intentaré aportar algo de luz a este controvertido tema.

Según las estadísticas, una de cada 4 o 5 personas, mayoritariamente mujeres, han sufrido abusos sexuales en algún momento de su infancia o adolescencia. Se considera abuso sexual, desde la exhibición deliberada de los genitales con intenciones sexuales, mostrarles pornografía, obligar al niño o niña a realizar tocamientos al adulto, tocar a los niños con intenciones sexuales, hasta violaciones claras. Las consecuencias son más graves dependiendo del grado de abuso y la duración en el tiempo, que puede ser desde un episodio aislado hasta años de sufrimiento de abusos. Hay que añadir aquí el parentesco, frecuente, que convierte el abuso en incesto y agrava las secuelas.


A pesar del fantasma que todos tenemos del pervertido que aprovecha los vestuarios de los niños, el cine o la portería oscura, la mayoría de los abusos suceden en el entorno más próximo al niño o niña. Acostumbran a ser familiares o personas cercanas, que se aprovechan de la confianza, ya que al ser amigos o conocidos de los padres, los niños confían en él. Todos hemos oído de pequeños la frase “no hables con desconocidos”, “no aceptes regalos ni caramelos de un desconocido”. A nadie le dijeron “no te fíes del vecino de arriba” o “vigila con el padre de tu amiguita”. Pero claro, no podemos meter al niño o niña en una urna, ni podemos vivir constantemente con el miedo y la desconfianza.

¿Cómo podemos notar que un niño o niña está sufriendo abusos? Cuando se trata de un episodio aislado, desgraciadamente, lo descubriremos demasiado tarde: sólo podemos prevenir a los niños, de forma general. Cuando es un abuso continuado en el tiempo, hay una diferencia dependiendo de la edad del pequeño. Los más pequeños, menores de 6 años o menos, probablemente empezarán a tener una conducta “sexualizada” que llama la atención: no se debe confundir con el interés o curiosidad que se les despierta hacia los 3 o 4 años, que tienen tendencia a explorar su propio cuerpo y el de los amigos y amigas. El niño o niña que sufre abusos de un adulto, puede “buscar” a los adultos, tener una obsesión por los genitales, una actitud provocativa... También dibujará la figura humana con genitales, cosa que los otros niños no hacen. Los maestros, monitores, etc. acostumbran a ser los que lo detectan. Recuerdo un caso de una niña de 5 años que se lavaba las manos de forma obsesiva, diciendo que “las tenía sucias”: el motivo es fácil de adivinar. También hay niños que “juegan” a tener sexo con los muñecos.

Cuando son tan pequeños, introducen la sexualidad en su vida como una cosa normal. No tienen suficiente criterio para distinguir “lo que se hace y lo que no”. El trabajo de los educadores, padres, terapeutas, será una vez detectado el abuso y apartada la criatura del abusador, enseñarle lo que puede hacer y lo que no, teniendo cuidado de no culpabilizar al pequeño. Pensemos que los niños tienen una gran tendencia a culpabilizarse de todo. Y en caso de un abuso, ni el niño, ni los padres, ni los educadores tienen la culpa. El único culpable es el abusador.

Aunque no sea fácil, hemos de intentar no dramatizar la situación: ha pasado, el mal está hecho y hemos de evitar estigmatizar a la criatura. Con mucho cuidado, ir diciéndole “esto no lo has de hacer”. La ayuda de los profesionales es básica, tanto para el menor como para los padres, que se sienten terriblemente culpables por no haberlo podido prever o evitar.

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