En el último
artículo veíamos cómo se manifiestan los síntomas de los abusos sexuales en los
más pequeños. ¿Y los niños y niñas más mayores?
Normalmente,
harán un cambio importante de conducta: se vuelven más callados y tristes. Pero
no nos alarmemos si vemos estos síntomas en nuestros hijos: pueden ser debidos
a muchos motivos. Puede ser que en algún momento lo expliquen, a la madre, o a
la maestra, canguro, etc. Pero por desgracia, la mayoría se lo callan. ¿Por qué
callan los niños cuando sufren abusos?
Los niños, como
ya hemos dicho en diversas ocasiones, tienen una gran tendencia a sentirse
culpables de todo. Tengamos en cuenta que el pensamiento abstracto empieza
hacia los 11 o 12 años. Antes, los niños se creen casi al pie de la letra lo
que se les dice. Tampoco tienen suficientes referencias como para saber qué
está bien y qué está mal. Los abusadores les hacen callar: “no digas nada de
esto, es nuestro secreto, si lo cuentas te reñirán...”; incluso, si son más mayorcitos,
“tú me has provocado”, o el peor de todos, “a ti también te gusta”. ¿Les gustan
los abusos a los niños? Por descontado que no. Pero puede haber una reacción
fisiológica de placer que les confunde terriblemente. También son frecuentes
los regalos y sobornos: el niño los acepta y se siente obligado a seguir
cediendo a los abusos. Y otra manipulación frecuente es “tú eres especial para
mí”, creando una confusión de sentimientos en el pequeño o pequeña.
A veces los
padres sospechan y preguntan al niño o niña, y, ante la pregunta directa,
acostumbran a negarlo: por vergüenza, culpa, miedo, etc. Y muchas veces, en
algún momento lo comentan a un adulto cercano, o a un amiguito o amiguita, que
lo dirán a sus propios padres. ¿Cómo hemos de reaccionar ante esto?
Este es un tema
que generalmente no sabemos cómo manejar. Muchas personas, por desgracia, optan
por hacer como si no pasara nada: negarlo, quitarle importancia, etc., porque
no saben cómo afrontarlo. Y dejan al menor en un estado de indefensión ante el
abuso por un lado, y con la sensación de que “es mejor no hablar con nadie de
esto” por otro: una doble indefensión. Recuerdo un caso de una niña de 9 años
que sufría abusos de su padrastro. Lo explicó a las amiguitas y la reacción de
los otros padres fue no dejar que sus hijas fuesen a aquella casa. Nada más.
Proteger a sus hijas dejando a la otra niña a merced del abusador impunemente.
Por miedo a hablar con la madre, a enfrentarse con el abusador, a “meterse
donde no les llaman”... y esta impunidad es la que ampara a los abusadores para
seguir abusando.
Si sospechamos
que un niño o niña sufre abusos, no lo dejemos correr: observemos, sin formar
ningún escándalo, y vayamos pasando mensajes al niño o niña de que hay personas
mayores que hacen cosas mal hechas, y que los niños no son culpables. Que lo pueden
explicar y no pasará nada. Así, el menor cogerá confianza y lo puede acabar
contando. Por descontado que debemos apartarle de la persona abusadora. Hace
poco hubo una mujer que denunció a su madre por dejarla de pequeña con el
abuelo, que ya había abusado de la propia madre años atrás. El hacer “como si
no pasara nada” no soluciona el problema. Actuemos. Apartemos al niño del
abusador y busquemos ayuda profesional para paliar las secuelas.
Cuando el
abusador es una persona muy cercana, la cosa se complica: se implica a toda la
familia. Habrá reacciones de toda clase. La semana que viene continuaremos con
el tema.
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