CATALÀ

Los abusos sexuales en la infancia (3)

¿Cómo podemos evitar los abusos a nuestros hijos? ¿Cómo debemos reaccionar si sospechamos que están sufriendo abusos?

Los niños más vulnerables son los más pequeños, que no saben explicarlo, y los niños con retraso mental. También las criaturas que sufren carencias afectivas por parte de la familia, que se sentirán halagados por las adulaciones de los abusadores, pueden ser presas más fáciles.

Generalmente los abusadores cercanos al entrono del niño empezarán con muestras de afecto, besos, abrazos, caricias, que en principio no despiertan ninguna alarma ni en el menor ni en los padres. Más tarde pasan al contacto genital. Los niños y niñas no acostumbran a oponer resistencia. A nivel verbal, no saben argumentar una defensa ante un adulto que tiene “la sartén por el mango”, que tiene muchos más recursos intelectuales y verbales que el menor. A nivel físico, algunos se apartarán, evitarán estar con esa persona a solas, y muy pocos lo explicarán a los padres. Sólo si se ha fomentado el diálogo con los niños sobre este tema, se atreverán a expresarlo. No tengamos miedo de hablar a los niños, desde pequeños, sobre los abusos. Es la forma de prevenirlos. Con 4 o 5 años ya se les puede explicar que hay personas malas que tocan el pene, la vulva, etc. a los niños y que no se tienen que dejar. Que si alguien se lo quiere hacer, sea quien sea, que se marchen, avisen al padre o la madre, que no duden en explicarlo. Que tienen derecho a decirle “no quiero”, “déjame en paz”, “se lo contaré a mis padres”, etc. Démosles recursos verbales: frases concretas a utilizar en caso de abuso.  

Cuando el abusador es un familiar cercano, como un hermano más mayor, el abuelo, el padrastro o el propio padre (también hay mujeres abusadoras, pero estadísticamente es muy poco frecuente), entran en juego otros factores que lo complican: lo más seguro es que el abusador lo niegue y se indigne. Entonces, la tendencia de los padres (o la madre cuando se trata de su pareja, por ejemplo) es la negación, negarse a creerlo, hacer como “si no pasara nada”, o al menos, dudarlo. Es muy duro pensar que tu propio padre, compañero o hermano está abusando de tu hija o hijo. La única alternativa será la separación, basándose en creer a la criatura en contra de la palabra (e indignación) del abusador. Difícilmente un abusador lo reconocerá. Los abusadores acostumbran a auto-justificarse: “Se lo está inventando para separarnos”, “sólo quiere llamar la atención”, o “es una forma de cariño”, “la niña (o niño) no opuso resistencia”, “tampoco hay para tanto”... Cuando el abusador es el tío o el abuelo, se formarán bandos, los que creerán a la niña o niño y los que creerán al abusador, y la familia se dividirá: pensemos en cómo podemos sentarnos en la mesa de Navidad con el abusador de nuestra hija o hijo. Pensemos en el dolor que supone para una persona romper con su propio padre para proteger al hijo. Es mucho más fácil borrar a la niña o niño de los campamentos o de baloncesto, que romper con la familia o la pareja. Así pues, cuando los abusos se dan dentro de la familia, la cosa es mucho más complicada. Desgraciadamente, es el caso más frecuente.

Cuando hay un caso puntual de abuso por parte de un desconocido o de una persona con quien no tenemos dificultades en romper, lo mejor es apartar al niño del abusador, y no dramatizar excesivamente, pues la reacción de los padres, muchas veces, sólo añade más leña al fuego y al niño le parece que aquello es mucho más “terrible” y de consecuencias más graves de lo que pensaba. No dudemos en consultar a los expertos para reconducir la situación, tanto para el niño, para asegurarnos de paliar las posibles secuelas, como para tranquilizarnos a nosotros mismos.

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