La semana
pasada vimos el concepto de felicidad de algunos filósofos y psicólogos
famosos. Veíamos las aportaciones personales y familiares a esta cuestión.
Desde antes de
nacer, la familia ya nos “programa”, en cierta forma, sobre aquello que esperan
de nosotros. Hay más o menos unas expectativas sobre lo que quieren que seamos:
hay padres o madres que quieren claramente un niño, o una niña. Que sea
inteligente, que sea tranquilo o movido, rubio o moreno, muy guapo o muy
espabilado... Si preguntamos a una madre embarazada cómo quiere que sea su
hijo, inevitablemente nos dirá, en primer lugar, que quiere que nazca sano. Y
en segundo, “que sea feliz”, o que “sea lo que quiera ser”. Pero, ¿qué tiene
que hacer esta nueva personita para ser feliz?
Una de las
cosas que primero se espera del bebé es su primera sonrisa: cuando el niño ya
sonríe, todo el mundo está contento: Pero hay expertos que aseguran, que la
sonrisa del bebé no es más que una imitación de lo que ven, un acto reflejo...
Todo el mundo quiere hacer reír a los pequeños: les hacen cosquillas,
payasadas, etc. para hacer reír al niño o niña. Nos gusta verles reír. Si un
niño ríe, quiere decir que es feliz... o al menos eso creemos nosotros. Y eso
nos tranquiliza.
Pero el niño o
niña va creciendo. Empieza a tener conflictos con los otros niños. Con los
hermanos. La madre no está las 24 horas, tal y como él quisiera. Y se le quita
el chupete, se le lleva a dormir solo a otra habitación, se le quitan los
pañales... todo esto es necesario para su evolución, obviamente, pero también
irá aprendiendo que no todo es un camino de rosas: la vida está llena de
contratiempos, de contrariedades y de frustraciones, y también de buenos
momentos, de alegrías. Hay un tiempo para el miedo, para la rabia, la tristeza
y también para la alegría. Y el niño o niña irá aprendiendo a manejar su
frustración, sus sentimientos, sus miedos y sus conflictos. Y en este proceso
de aprendizaje, influirán muchos factores: por un lado, el carácter del niño:
hay niños más tranquilos, más movidos, los hay que lloran por todo. Después
está su entorno: lo que ven. Lo que observan y viven. Aprendemos desde pequeños
a manejar las diferentes situaciones.
A pesar de
esto, aún me encuentro con adultos que creen que la felicidad es “la ausencia
de problemas”. Esto es un concepto idílico. La vida está llena de contratiempos
y de nosotros depende cómo los vivimos, los sufrimos o los ignoramos.
Pero la
felicidad continua siendo un concepto abstracto: en nuestro inconsciente hay
mensajes de qué debemos conseguir en la vida para ser felices: ¿un buen
trabajo? ¿mucho dinero? ¿éxito? ¿una pareja? ¿libertad? Para cada persona es
diferente. Pero ¿qué pasa cuando no lo conseguimos? ¿Verdaderamente es
necesario tener pareja para ser feliz? ¿O tener un trabajo fijo? ¿O una familia
ideal, muy unida?
El secreto de
la felicidad, consiste en sentirse bien con uno mismo y con la vida, sean
cuales sean las circunstancias. Sería más bien, tener un equilibrio, una
estabilidad, que, pase lo que pase a nuestro alrededor, no se rompa. La mayoría
de personas a quienes les pregunto qué es para ellos la felicidad, coinciden en
unas pocas cosas: Aceptar lo que no se puede cambiar, valorar lo
que somos y lo que hemos conseguido. Vivir los momentos, disfrutar de
los buenos momentos: un café con los amigos, un paisaje, una película...
valorar los pequeños detalles de la vida. Valorar más lo que somos y tenemos
que lo que no somos y no tenemos. Y para ti, ¿cuál es el secreto de la
felicidad?
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