Hoy hablaré de
las secuelas que dejan en la persona los abusos sexuales y qué pasa cuando, ya
de adulta, la persona se decide a tratarlo.
Cuando se
consultan listados de secuelas, encontramos muchas y diversas. Dependerá de
cada caso, de la duración de los abusos, de si además hubo incesto (los abusos
vinieron por parte de un familiar, que entonces se complica la repercusión), de
si hubo violencia. Si se descubrieron, detuvieron y trataron, o no se enteró
nadie, nadie defendió al menor. O, lo que es peor, alguien lo sabía y no hizo
nada: esto genera además, un fuerte sentimiento de injusticia e indefensión. En
el caso de los hombres que sufrieron abusos por parte de otro hombre, se mezcla
aquí el tema de la homosexualidad: confusión, sentimientos contrapuestos, etc.
Las secuelas
más frecuentes son la inestabilidad emocional, la frialdad afectiva, miedo a la
oscuridad, trastornos sexuales e incluso aversión al sexo, baja autoestima,
rechazo del propio cuerpo, trastornos alimentarios, auto-agresiones, abuso de
drogas o alcohol, desconfianza, sentimientos de culpa y vergüenza, entre otras.
Pero no significa que la persona que tenga todos estos síntomas, necesariamente
haya sufrido abusos, ni todas las personas abusadas los tienen todos. Variará
de una persona a otra.
La niña o niño,
probablemente fue manipulado y coaccionado por el abusador para guardar
silencio. La persona ha crecido con el secreto, y con el pensamiento
inconsciente de que debe llevar el secreto a la tumba. Cuesta mucho revelar los
abusos cuando ha pasado tanto tiempo, cuando ya no son demostrables. El gran
problema es que, cuando la persona se decide, ya de mayor, a explicarlo, se
verá obligada a enfrentarse a diferentes tipos de reacciones por parte de la
gente: no todas las parejas lo “encajan” de la misma forma. Habrá quien lo crea
y quien no. Todos conocemos el caso de famosos que han sido denunciados por ser
pederastas: se convierte en un tema de
chafardeo y opiniones diversas: los que creen a la víctima y los que no. En las
familias pasa lo mismo: hay gente que no cree a la víctima. Muchas veces, cuando
el abusador ha sido alguien de la familia o muy cercano, esto causa un gran
conflicto familiar y se forman bandos: los que creen a la víctima, y por tanto,
no podrán mirar al abusador de la misma forma, y los que no quieren ponerse en
contra del abusador: entonces, lo más fácil será negar, o muchas veces, culpar
a la víctima por “haberlo dicho”. “En qué lío nos has metido a todos”, “¿Y
ahora que hemos de hacer, elegir entre él o tú?”, “has roto la familia”.
Desgraciadamente, esto pasa a menudo. Y la víctima, vuele a convertirse en
víctima nuevamente, al sufrir la indefensión, la falta de comprensión por parte
de familiares cercanos, que le tendrían que apoyar. Pero claro, ¿qué hacemos
con el abuelo, el tío o el primo...? ¿Se le echa de casa? Se tendrá que seguir
conviviendo con él. Y es más fácil hacer callar a la víctima. De hecho, lleva
toda la vida callando...
En estos casos,
es importante que la víctima tenga un buen apoyo profesional. El mal ya está
hecho, la única “solución” es el reconocimiento por parte del agresor, que le
pida perdón y haga algo para “reparar” el mal, como puede ser, explicarlo a los
más cercanos o financiarle la terapia. El abusador, casi siempre, lo negará,
convirtiendo a la persona abusada en mentirosa, convirtiéndola nuevamente en
víctima.
Una
consecuencia frecuente es la culpa que siente la madre (a veces también el
padre) por no haberse dado cuenta de lo que pasaba y no haber protegido al hijo
o hija. Todas estas secuelas deben tratarse para podre cerrar el pasado y mirar
hacia adelante, para paliar las consecuencias de una agresión que nunca debiera
haber ocurrido.
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