CATALÀ

Los abusos sexuales en la infancia (4)

Hoy hablaré de las secuelas que dejan en la persona los abusos sexuales y qué pasa cuando, ya de adulta, la persona se decide a tratarlo.

Cuando se consultan listados de secuelas, encontramos muchas y diversas. Dependerá de cada caso, de la duración de los abusos, de si además hubo incesto (los abusos vinieron por parte de un familiar, que entonces se complica la repercusión), de si hubo violencia. Si se descubrieron, detuvieron y trataron, o no se enteró nadie, nadie defendió al menor. O, lo que es peor, alguien lo sabía y no hizo nada: esto genera además, un fuerte sentimiento de injusticia e indefensión. En el caso de los hombres que sufrieron abusos por parte de otro hombre, se mezcla aquí el tema de la homosexualidad: confusión, sentimientos contrapuestos, etc.



Las secuelas más frecuentes son la inestabilidad emocional, la frialdad afectiva, miedo a la oscuridad, trastornos sexuales e incluso aversión al sexo, baja autoestima, rechazo del propio cuerpo, trastornos alimentarios, auto-agresiones, abuso de drogas o alcohol, desconfianza, sentimientos de culpa y vergüenza, entre otras. Pero no significa que la persona que tenga todos estos síntomas, necesariamente haya sufrido abusos, ni todas las personas abusadas los tienen todos. Variará de una persona a otra.

La niña o niño, probablemente fue manipulado y coaccionado por el abusador para guardar silencio. La persona ha crecido con el secreto, y con el pensamiento inconsciente de que debe llevar el secreto a la tumba. Cuesta mucho revelar los abusos cuando ha pasado tanto tiempo, cuando ya no son demostrables. El gran problema es que, cuando la persona se decide, ya de mayor, a explicarlo, se verá obligada a enfrentarse a diferentes tipos de reacciones por parte de la gente: no todas las parejas lo “encajan” de la misma forma. Habrá quien lo crea y quien no. Todos conocemos el caso de famosos que han sido denunciados por ser pederastas: se convierte en un  tema de chafardeo y opiniones diversas: los que creen a la víctima y los que no. En las familias pasa lo mismo: hay gente que no cree a la víctima. Muchas veces, cuando el abusador ha sido alguien de la familia o muy cercano, esto causa un gran conflicto familiar y se forman bandos: los que creen a la víctima, y por tanto, no podrán mirar al abusador de la misma forma, y los que no quieren ponerse en contra del abusador: entonces, lo más fácil será negar, o muchas veces, culpar a la víctima por “haberlo dicho”. “En qué lío nos has metido a todos”, “¿Y ahora que hemos de hacer, elegir entre él o tú?”, “has roto la familia”. Desgraciadamente, esto pasa a menudo. Y la víctima, vuele a convertirse en víctima nuevamente, al sufrir la indefensión, la falta de comprensión por parte de familiares cercanos, que le tendrían que apoyar. Pero claro, ¿qué hacemos con el abuelo, el tío o el primo...? ¿Se le echa de casa? Se tendrá que seguir conviviendo con él. Y es más fácil hacer callar a la víctima. De hecho, lleva toda la vida callando...

En estos casos, es importante que la víctima tenga un buen apoyo profesional. El mal ya está hecho, la única “solución” es el reconocimiento por parte del agresor, que le pida perdón y haga algo para “reparar” el mal, como puede ser, explicarlo a los más cercanos o financiarle la terapia. El abusador, casi siempre, lo negará, convirtiendo a la persona abusada en mentirosa, convirtiéndola nuevamente en víctima.

Una consecuencia frecuente es la culpa que siente la madre (a veces también el padre) por no haberse dado cuenta de lo que pasaba y no haber protegido al hijo o hija. Todas estas secuelas deben tratarse para podre cerrar el pasado y mirar hacia adelante, para paliar las consecuencias de una agresión que nunca debiera haber ocurrido.

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