CATALÀ

Sentimientos parásitos

Hasta ahora hemos visto cómo las diferencias culturales nos hacen también diferentes a la hora de expresar los sentimientos. Y también la influencia familiar, que nos ha condicionado a la hora de aprender qué se puede expresar y qué no.

A pesar de todo, también hay una parte innata en la persona, que nos hace diferentes y únicos a cada uno de nosotros.


Pero, ¿qué pasa cuando no podemos expresar un sentimiento? Cuando tenemos prohibida la tristeza, por ejemplo, o la rabia, o el miedo... Pues este sentimiento no permitido, se canaliza de alguna otra forma: Esta energía que nos genera una situación y que no podemos expresar de la forma más lógica, se acumula y se transforma en otro sentimiento... o en alguna otra cosa. Pondré algunos ejemplos:

Debemos coger el autobús. Vamos tarde y corremos. Lo vemos pasar, llega a la parada antes que nosotros... Justo cuando llegamos, el autobús cierra las puertas, arranca y se va. Situémonos por unos momentos, a todos nos ha pasado alguna vez: ¿qué sentimos? ¿cuál es el sentimiento que nos acude? Frustración. Impotencia. Y debajo, rabia. ¿Cómo la expresamos? Depende: depende de qué nos han enseñado. Y de nuestro impulso personal. La respuesta lógica es la expresión de la rabia. Y la medida ha de ser proporcional a la medida de la frustración. Un reniego, una palabrota, son lo más adecuado. Si empezamos a dar patadas a la marquesina, probablemente estemos expresando rabia acumulada por otros motivos. O estemos canalizando otros sentimientos no expresados. Si no reaccionamos, incluso si no sentimos un poco de rabia ante esta situación, tenemos un problema: no somos capaces de conectar con nuestra rabia.

Os pondré otro ejemplo: María deja a su novio, Juan. Rompe la relación. Juan, que no se permite la tristeza porque le han dicho que “hace poco hombre”, como no puede sentir ni expresar la tristeza, lo transforma en rabia. Y se va a un bar, bebe más de la cuenta y provoca una pelea, se pega con un grupo de “moteros” borrachos. Así puede canalizar su dolor. A sentir rabia cuando deberíamos sentir tristeza, se le llama sentimiento parásito.

También podemos encontrar el caso contrario y toda clase de combinaciones entre sentimientos reales y parásitos. Por ejemplo, tenemos muchas expectativas puestas en una entrevista de trabajo. Pasamos todas las pruebas y al final nos dicen que han seleccionado a otro candidato. Frustración. Rabia y también tristeza. Y tal vez miedo, de no encontrar otro trabajo. Podemos reaccionar llamando a un amigo, explicárselo y renegar, o llorar un poco. También le podemos explicar que tenemos miedo. Pero si nos pasamos una semana llorando, en la cama, y sin hablar con nadie, estamos transformando la rabia y el miedo en tristeza y depresión.

A menudo me encuentro con personas que me están explicando una situación muy dolorosa, con una sonrisa en los labios...

Podría poner muchos más ejemplos de sentimientos parásitos, de cómo sentimos una cosa en vez de otra. Es interesante hacer una reflexión de nuestras reacciones ante diferentes situaciones, y analizar, desde la distancia, cuando ya no contaminamos nuestros pensamientos con el sentimiento vivo, si nuestra respuesta ha sido la adecuada, tanto en cuanto al sentimiento correspondiente, como a su intensidad. Podemos descubrir, sorprendidos, que tenemos tendencia a expresar a menudo la rabia, o la tristeza, o el miedo, incluso la alegría, y en cambio no expresamos casi nunca otro sentimiento. Descubriremos cuales son nuestros sentimientos permitidos, prohibidos y parásitos.

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