CATALÀ

La personalidad humana (1)


Podríamos definir la personalidad, por una parte, como la tarjeta de presentación que mostramos a los demás, y también como el conjunto de características que nos definen y nos hace seres únicos y diferentes de los demás.

Nuestra personalidad está formada por dos grandes factores: por un lado, la genética, nuestro carácter, que viene definido desde el nacimiento. Por otro, nuestro entorno, la familia, la educación, la sociedad que nos rodea, que nos va formando de una manera determinada. El ambiente hace que, los miembros de una misma familia, o un mismo entorno (por ejemplo un pueblo) tengan características parecidas. La genética nos hace ser diferentes, incluso de nuestros hermanos, que se han criado en el mismo ambiente. Y la suma de genética más ambiente nos convierte en seres únicos.

Para analizar la personalidad, los psicólogos nos centramos básicamente en el entorno que ha formado a la persona, nos fijamos en cómo eran sus padres, qué ambiente reinaba en la familia cuando eran pequeños, a qué tipo de escuela fueron, y sobre todo cómo lo vivieron.

A lo largo de nuestra vida, incluso desde muy pequeños, vamos tomando decisiones que afectan a nuestro futuro. Algunas de estas decisiones son conscientes y otras inconscientes. Por ejemplo: una criatura que vive con unos padres que están peleándose continuamente puede decidir que nunca tendrá pareja; o una criatura maltratada, que se ha sentido abandonada por los padres, puede decidir que no tendrá hijos. Muchas veces estas decisiones se toman a una edad muy temprana y no son conscientes. Mediante diversas técnicas, los psicólogos vamos desgranando estas decisiones, dando la opción a la persona de hacer re-decisiones, de poderlas cambiar, una vez expresados los sentimientos pendientes.

La psiquiatría clásica era muy dura con todos aquellos que se salían de “la norma”: toda desviación de una forma de comportamiento rígida y “encorsetada”, eran vistos como “anormales”. Las personas con afectaciones graves eran llamadas “locos” y recluidas en centros donde no se hacía apenas nada para su recuperación. Se les aplicaban electroshocks e incluso se hacían lobotomías, consistentes en extirpar una parte del cerebro. En los años 60 nace un movimiento llamado la anti-psiquiatría, que re-define el concepto de normalidad y humaniza los hospitales psiquiátricos. Los pacientes empiezan a ser considerados personas con posibilidades de recuperación. En aquellos momentos la clasificación de los trastornos mentales se dividía en neurosis (consideradas menos graves) y psicosis (más graves).

En los últimos años ha tomado fuerza la teoría de los trastornos de personalidad. Esta teoría apunta a que todos tenemos un tipo de personalidad, que está dentro de un contínuum: si estamos en el extremo más “suave”, tendremos unos rasgos que nos caracterizan, dentro de la normalidad. Si nos acercamos a extremos más marcados, podemos acercarnos a la patología. Por ejemplo: las personas muy ordenadas, metódicas, estructuradas, etc., son válidas para muchos tipos de trabajo y llevan una vida normal. Si estos rasgos se vuelven muy extremos, podemos acercarnos al trastorno obsesivo.

En los próximos artículos, analizaremos los diferentes tipos de personalidad.

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